El cambio climático no afectará a las personas por igual. Quienes viven sus efectos más adversos habrán contribuido menos al problema y tendrán menos recursos para adaptarse a sus impactos. Para que la adaptación tenga éxito, los factores sociales que aumentan la vulnerabilidad deben abordarse de frente, argumenta Bernadette P. Resurrección.
Las consecuencias del cambio climático afectan de manera diferente a ricos y pobres, poderosos y marginados. Muchas familias ya viven con el conocimiento del daño que causan las sequías, las inundaciones y la salinización del suelo y el agua. Para los pobres y marginados, las decisiones sobre cómo adaptarse al cambio climático están condicionadas por hogares, comunidades, suministros de alimentos e ingresos inseguros. Y a menudo son las niñas y las mujeres las que están especialmente expuestas a las nuevas inseguridades relacionadas con el clima o están cargadas con la tensión de responder al desastre y adaptarse a los impactos crónicos.
Por ejemplo, las tasas de alfabetización escolar en escalada de las niñas son una historia de éxito en desarrollo, pero las tensiones relacionadas con el clima pueden reducir ese éxito. En algunos países vulnerables al clima, se puede retirar a las niñas de los colegios y escuelas para reducir la pérdida de recursos del hogar, mientras que los niños continúan su educación durante el período de crisis.
Estrategias similares pueden incluir que los padres consideren el matrimonio prematuro; enviar a su hija a un hogar menos inseguro. Pero el matrimonio no necesariamente ofrece protección. A medida que los ecosistemas se degradan por causa de los extremos climáticos, la carga doméstica sobre las mujeres y las niñas puede aumentar, obligándolas a buscar recursos en áreas no seguras, lo que aumenta su exposición a la violencia y la agresión sexual. Tales amenazas son aún mayores si ocurre desplazamiento de familias debido a desastres naturales.
Incluso las iniciativas de adaptación que buscan abordar desigualdades pueden acarrear riesgos si no se implementan cuidadosamente. Por ejemplo, muchos programas de adaptación inadvertidamente se basan en modelos anteriores de intervenciones que simplemente agregan actividades de adaptación a la, ya larga, lista de responsabilidades de las mujeres. Tal enfoque no permite a las mujeres ejercer sus derechos sobre el uso de su tiempo y recursos o beneficiarse de actividades de adaptación. Dichos programas también pueden asumir que las mujeres son un grupo homogéneo, ignorando las intersecciones vitales con la clase, el origen étnico, la edad, la sexualidad y la discapacidad, factores que influyen en sus capacidades de adaptación.
Entonces, ¿cómo podemos adaptar y empoderar efectivamente? Priorizando la equidad en el frente y centro del diseño de políticas, prácticas e intervenciones. Esto haría que la adaptación al cambio climático se convierta en una agenda transformadora, no solo un acto instrumental. Como primer paso para una transformación exitosa, los planificadores y los encargados de la toma de decisiones deben comprender los factores que promueven la inequidad y cómo hacen que grupos específicos de mujeres, hombres, grupos pobres, étnicos y discapacitados sean vulnerables al cambio climático. La investigación sobre género y adaptación climática ha identificado tres factores subyacentes.
Es probable que las medidas de adaptación que no tienen en cuenta los factores que promueven la desigualdad, favorezcan la injusticia social y otras inequidades, que en sí mismas hacen que la adaptación sea menos efectiva o incluso contraproducente. No obstante, hay ejemplos de iniciativas de ONG, comunidades y gobiernos que aplican “lentes de equidad” para permitir que las mujeres, los jóvenes y los grupos étnicos lideren los esfuerzos para adaptarse al cambio climático.
Lo que muestran las investigaciones existentes y estos ejemplos es que los tomadores de decisiones no pueden evadir las injusticias sociales y sus causas fundamentales al planificar e implementar intervenciones de adaptación. Son los factores sociales, políticos, económicos y culturales los que impulsan la vulnerabilidad: el acceso limitado de las mujeres y el control sobre los recursos agrícolas, como la tierra y el capital, no es directamente un efecto del cambio climático sino de las prácticas y normas sociales, políticas y económicas que discriminan por motivos de género. La orientación sobre la aplicación de lentes de igualdad de género y equidad social en el desarrollo sostenible y las herramientas para llevar a cabo análisis de género pueden ayudar a los responsables de la toma de decisiones a comprender el panorama de la equidad y planear en consecuencia.
Por el momento, los roles, las responsabilidades y las prácticas de género corren el riesgo de darse por sentado, permanecen silenciosamente aceptados y no abordados en los programas de adaptación. Es probable que la demora en el tratamiento de estas desigualdades y condiciones injustas empeore los impactos del cambio climático.
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