A medida que se acelera la transición energética, es nuestra responsabilidad y nuestra oportunidad garantizar que, además de contribuir a la salud del planeta sustituyendo los combustibles fósiles por fuentes de energía limpias, se logre una transición justa y equitativa que proporcione prosperidad para todos.
Muchas cosas han cambiado en el medio siglo transcurrido desde 1972. Mientras nos preparamos para Estocolmo+50, surge un interrogante fundamental: “¿qué es diferente ahora?”, o, más explícitamente, “¿qué es diferente ahora en comparación con Estocolmo 1972, Río 1992, Johannesburgo 2002 y, más recientemente, Río 2012, Addis Abeba 2015 y París 2015?” Aunque puede haber muchas respuestas, hay una que se ajusta perfectamente a nuestro tiempo: ahora estamos en medio de una transición energética, lo que no era el caso ni siquiera en 2015.
La transición energética combina diferentes dimensiones, como la digitalización, la electrificación y la descarbonización. Ya hace tiempo se observan las tendencias hacia la digitalización y la electrificación, y se están acelerando, pero sólo recientemente las fuentes de energías renovables se han convertido en la alternativa menos costosa para la generación de electricidad en la mayor parte del mundo, en particular solar y eólica (International Renewable Energy Agency [IRENA], 2020a). En palabras de la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés), la energía solar es ahora “sistemáticamente más barata que las nuevas centrales eléctricas de carbón o de gas en la mayoría de los países, y los proyectos solares ofrecen la electricidad de menor costo jamás vista” (IEA, 2020, p. 18).
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Este documento forma parte de una serie publicada para el reporte Stockholm+50: Unlocking a better future y fue publicado originalmente en inglés.